Paipa significa “PA” en lengua muisca, es decir, varón, benefactor, señor, padre y en este caso, por repetirse dos veces, patrón, gran señor.
La conformación de Paipa como centro poblado se remonta desde la época precolombina cuando su población era innata de la región correspondiente al cacicazgo el Tundama. Su fundación se da el 19 de febrero de 1602 por el visitador Luis Enríquez, quien la declaró como centro de adoctrinamiento.
La primera construcción de ese año fue la iglesia en teja de barro, piedra y tapia de 30 varas de largo por 11 de ancho, que hoy día es su catedral.
En 1755 Paipa asciende al rango de corregimiento pudiendo ejercer funciones policivas y de justicia penal.
El 4 de noviembre es nombrado Don Ignacio de Caicedo como corregidor de Paipa y en 1758 se designa a Juan Avellaneda, Miguel Lara y Esteban Rodríguez como los primeros Alcaldes del municipio.
SU GENTE
La magia de sus paisajes, la frescura de sus calles y lo noble de su gente, convierten a Paipa como uno de los destinos turísticos más interesantes del departamento de Boyacá. Una tierra que incita a ser querida y visitada, y a gestar sobre su suelo los frutos de un pasado que hoy se convierte en memoria. Ésta es Paipa, tierra de termales, de caballos y monumentos y más que eso, suelo hecho libertad.
PAIPA, UNA NUEVA CONQUISTA
Geográficamente el departamento de Boyacá está dividido en 123 municipios y seis circuitos de turismo que buscan fortalecerse. Uno de esos es el municipio de Paipa, tierra fecunda de bellos paisajes, temperatura promedio de 14°c y una masa poblacional de aproximadamente 27.274 habitantes (censo DANE/2005).
Sobre una superficie de 305,924 Km2, una densidad de 89,42 hab/Km2 y una altitud de 2525 msnm, este bello municipio, provincia del Tundama, guarda la gloria del reconocimiento a una lucha, al aporte de la independencia lograda en 1819 y por supuesto, al innumerable dote de cultura, navíos de historia y riquezas naturales que hoy realzan su turismo a nivel nacional e internacional.
En estas tierras verdes se cosecha diariamente esperanza, lucha y goce por el mañana. El porvenir delata a una modernidad arrasadora, buscando eliminar las memorias del pasado de nuestro país y es por eso, que cada paipano lucha por conservar las tradiciones y a través de una pieza hecha en pirograbado, a una artesanía en barro o fique, la venta de un alfondoque u oblea, o al recorrido por sus calles antiguas, se une a las tantas formas de sobrevivencia que tienen los emblemáticos pueblos boyacenses por conservar su legado.
Amanece y el pueblo se despierta…
El fuerte sol sale por sus cerros iluminando la inmensa alfombra verde de esta casa. El campesino propio de esta zona se pone la ruana que los identifica, se toma un tinto y conversa con la familia mientras se prepara para labrar la tierra. Mientras tanto, en el pueblo, las campanas de la catedral repican un nuevo amanecer; la gente sale a ejercer las actividades propias de cualquier habitante y la idea de pertenecer a una nueva globalización se apodera del subconsciente paipano.
Los recuerdos disminuyen, el legado se convierte en título de promoción y allá en el monumento, en la laguna o la casona se espera al ilustre turista quien con aires de conocimiento y encuentro con otra tierra recorre cada rincón, buscando revivir o reconocer sus raíces.
Ésta es la tierra de Paipa, un nicho de leyenda donde la historia no duerme; suelo de aguas termominerales, paseo de caballos, manos trabajadoras por doquier y monumentos que se convierten en más que nido de palomas. De cualquier forma, la tierra de las almojábanas y el monumento más alto de Colombia sigue en la lucha por no ser olvidada y por conservar lo que por años ha conquistado, aunque la modernidad avance rápidamente en busca de ganar la batalla.